Alonso de Madrigal «El Tostado»

Y es que el que fue el momento cenital de una vida de honores, fue aquél en el que, hallándose en Roma, entró el Papa en la estancia en la que nuestro epíscopo permanecía, en pie, expectante; mas siendo El Tostado alto varón en virtudes, pero menguado y hasta escaso de talla, creyó el Pontífice que estaba postrado, arrodillado en gesto sumiso, y díjole: «Hijo, puedes levantarte»; a lo que Alonso de Madrigal, bajito pero rápido, contestó sin menoscabo de su orgullo: «Padre, no soy más».

Nacido en Madrigal de las Altas Torres (Ávila) hacia 1410, fue hijo de Alonso Fernández Tostado y Catalina Alonso de Ribera. Fue conocido como Alfonso (Alonso) el Tostado.
Fue obispo de Ávila y en su catedral se conservan sus restos, en famoso sarcófago, tras haber muerto en Bonilla de la Sierra en 1455.

Espíritu trabajador y generoso, Madrigal fue un hombre respetado en su época, tanto por sus conocimientos como por su propia integridad sabiendo mantenerse al margen de intrigas palaciegas y ambiciones de prebendas terrenales, sin competir por la obtención de cargos eclesiásticos bien remunerados.
Sobre 1615 el Cabildo de la catedral de Ávila inició los trámites para la canonización del reconocido obispo, aunque no llegaron a prosperar.
Representante del espíritu humanista castellano que empezaba a surgir, puede considerarse a Madrigal como un hombre de transición, un hombre adelantado a su tiempo.

Biografía

Alonso de Madrigal, su sobrenombre de “Madrigal” obedece a una costumbre de la época basada en tomar como apellido el lugar de origen, en este caso, Madrigal de las Altas Torres, villa perteneciente al Obispado de Ávila, cuna de la futura reina Isabel la Católica.

Tuvo “desde niño inclinación a la ciencia” y “creciendo en días, creció más en deseos de aprender”.

Físicamente era un hombre de pequeña estatura, el cuerpo espeso, bien proporcionado en la compostura de sus miembros. Tenía la cabeza grande, el gesto robusto, el pescuezo corto..

Del estudio de sus obras, impresas y manuscritas, pueden obtenerse algunas noticias que permiten ampliar un poco su itinerario. Los padres franciscanos, sorprendidos de su agudeza mental, le llevaron al convento que la Orden tiene en Arévalo, donde aprendió las primeras letras y después gramática y lengua latina. Inicia su andadura universitaria al comenzar su primer curso como bachiller en Artes en Salamanca (1431-1432), llegando a ser maestro en Artes.

A la vez que comienza su labor docente como profesor ocupando la cátedra de Filosofía moral, inicia sus estudios teológicos llegando a ser maestro en Teología.

Alonso de Madrigal, posteriormente, empieza a estudiar Leyes, alcanzando el grado de bachiller, estudio que no continuó por haber sido nombrado maestrescuela de la Universidad (1446-1454) y después obispo de Ávila (1454). Es admitido en el Colegio Mayor de San Bartolomé de Salamanca (1433), integrándose plenamente en el estilo y forma de vivir de los colegiales.

Fue elegido rector de dicho colegio (1437). No se conoce a ciencia cierta cuál fue la fecha en que Madrigal recibió las órdenes sagradas. En la vida académica ocupa varias cátedras (Poesía, Filosofía, Moral y Biblia). La Universidad de Salamanca, en reconocimiento a su labor, colocó el escudo de el Tostado en la fachada que mira a la catedral, donde puede contemplarse hoy en día.

El proyecto de Alonso de Madrigal, era el de llevar a cabo un comentario exegético de todos los libros de la Sagrada Escritura, siguiendo el orden de los mismos en la Vulgata. Tras la breve introducción al Pentateuco, hoy todavía inédita, que titula Postilla brevis y tras sus Commentaria in Genesim, debió componer, entre 1436 y 1438, los comentarios al resto de los libros del Pentateuco: In Exodum, In Leviticum, In Numeros, In Deuteronomium y, además, los Comentarios In Iosue, In Iudices et Ruth, lo que muestra ya que Alfonso Fernández de Madrigal fue un autor muy fecundo. No hay obra salida de su pluma que no recoja un largo cúmulo de citas y opiniones de otros autores y un amplio conocimiento del asunto tratado –lo que no obsta el que en ocasiones tal acumulación sea erudición de segunda mano, como es el caso de los autores clásicos citados en Sobre los dioses de los gentiles, extraídos en su mayor parte del tratado mitológico de Boccaccio–. No se sabe si utilizó los servicios de un amanuense y hay quienes afirman que todo lo escribía de su propia mano. La profusión de citas en sus escritos (de Homero, Lactancio, Séneca, Pitágoras, Ovidio, Virgilio, Cicerón, Platón, San Agustín y principalmente Aristóteles, así como de autores judíos o referencias a la mitología griega y romana), no puede calificarse —en líneas generales— de excesiva. Con todo, resulta llamativo que no cite y parezca ignorar a autores y obras contemporáneas, tales como Juan de Torquemada, Rodrigo Sánchez de Arévalo o Juan Alfonso López de Segovia.

De su capacidad para retener de memoria, se llegan a contar cosas increíbles, lo que unido a su fama de escritor infatigable hizo posible una obra de tan vastas dimensiones. La amplia e ingente obra de Madrigal contrasta con la brevedad de su vida: obras de corte escolástico, obras de corte humanista, tratados sobre temas muy diversos tales como filosóficos, teológicos, políticos, escriturísticos, cetrería y principalmente bíblicos y mitológicos. A ello hay que sumar sus amplios conocimientos de latín, griego y hebreo. Asimismo, tenía formación en Artes, en Teología, en Filosofía natural y moral, en Astrología y Astronomía, en Geografía e Historia. Su inteligencia privilegiada junto con su afán de leer y saber, no frecuente entre sus coetáneos, le acabó dando la fama de escritor infatigable y derivando en la frase “escribes más que el Tostado”.

Alonso de Madrigal, El Tostado, vive un momento cultural y político controvertido en la primera mitad del siglo XV. El monarca Juan II le tuvo como asesor y amigo. El cisma de Occidente y el consiguiente enfrentamiento entre conciliaristas y papistas influyen decisivamente en su vida. A petición del Rey, viajó a Roma para resolver un litigio acerca de la colegiata de San Salvador de Orihuela que estaba enfrentando a Juan II con Alfonso V de Aragón. El abulense aprovecha este viaje para formular en Roma su doctrina teológica, expuesta en veintiuna conclusiones. Su obra, el Defensorium trium conclusionum, constituye una buena muestra de la doctrina tostadista al respecto. Sin embargo, su exposición es malinterpretada y al considerar que sus argumentaciones han sido distorsionadas, solicita ser recibido por el pontífice Eugenio IV para aclarar sus tesis. El Papa encarga a una comisión de tres cardenales, entre los que destaca Juan de Torquemada, que examinen las proposiciones del abulense.

La comisión, reunida en Siena, señala como no ajustadas a la doctrina cinco de las proposiciones. Alonso de Madrigal​ continúa sosteniendo que se han tergiversado sus argumentos. Se trataba de un enfrentamiento entre talantes muy diversos: duro y estricto el de Juan de Torquemada y más democrático y conciliarista en el caso de Madrigal. Cierto que el Tostado tenía un claro talante democrático, como defiende en su reelección De optima politia, pero eso no impidió su adhesión al Pontífice. No existen, además, pruebas concluyentes de que Madrigal asistiera al Concilio de Basilea (1433-1443) ni tampoco de que se sumara a los cismáticos conciliaristas.

Alonso de Madrigal, poco partidario de intrigas, acusó las duras pruebas de su estancia en Roma y en Siena por lo que en su viaje de vuelta de Italia decidió retirarse al monasterio de Scala Dei, en Tarragona, el 6 de enero de 1444, abandonándolo el 15 de abril del mismo año a instancias de Juan II, siendo nombrado entonces consejero y canciller del Monarca.

El Tostado es un hombre medieval abierto a un nuevo estilo de vida. La obra tostadista rezuma actitudes propias de un humanista que se ha mostrado reacio a dejarse influenciar por la vertiente naturalista y paganizante o por un entusiasmo exagerado por los modelos que el legado de la Antigüedad le ofrecía.

La faceta que mejor representa el preciso carácter humanístico de su obra es la relativa a la mitología, subordinada a la investigación historiográfica. Tres obras suyas, Comento a EusebioSobre los dioses de los gentiles e In Eusebium cronicon siue temporum breuiarium nouus commentarius, constituyen, junto con la General Estoria de Alfonso X el Sabio, las vías principales de transmisión del conocimiento de la mitología clásica en la España del Medievo. En Sobre los dioses de los gentiles, resolución de cuestiones sobre Apolo, Neptuno, Juno, Narciso, Venus, Diana, Minerva y Cupido, lleva a cabo una interpretación evemerista, alegórica y astral de los dioses paganos. 

Alonso de Madrigal, intentó compaginar los requerimientos humanistas con la teología. Su humanismo, desde el inicio, tiene ya una orientación cristiana. Maestro de grandes figuras como Fernando de Roa y Pedro Martínez de Osma, ha sido considerado precursor de la Escuela humanista de Salamanca, que tendrá su apogeo en el siglo siguiente, el Siglo de Oro español.

El pensamiento de Aristóteles fue un gran modelo para el Tostado: sus doctrinas sobre el régimen político más adecuado, sobre la filosofía social y política son aceptadas en sus caracteres generales. No consta si leyó directamente a Platón y a Aristóteles o si bien se sirvió de traducciones. Pudo muy bien haber hecho lo primero puesto que dominaba el griego y el latín, y pudo combinar esta tarea con las traducciones si no tenía a mano los textos originales. En su producción no hace referencia a este punto. Se sabe que Leonardo Bruni de Arezzo (1370-1444) había traducido bajo el pontificado de Martín V la Ética de Aristóteles y siguió después con su Política. Pero se carece de datos que nos permitan afirmar, como sucede con Pedro de Osma y Fernando de Roa, que la utilizara. Su breve itinerario intelectual presenta, junto al desarrollo de su actitud independiente, un progresivo acercamiento a las posiciones de Santo Tomás, tanto en el campo filosófico como en el teológico. No estuvo ausente en esta paulatina evolución el hecho de que sus trabajos de exégesis bíblica hallaron mejor acomodo en la línea tomista que ofrecía mejores horizontes y mayores posibilidades que en otras corrientes escolásticas. Desde tales posiciones el Tostado abogaba por la interpretación literal, fundamento de la especulación doctrinal, en la línea de la exégesis bíblica de la época, aunque añadió un quinto sentido a los cuatro canónicos, que denominó parabólico o metafórico, definido como “quoddam velamentum sensus litteralis”.

Desde una postura en no pocos puntos reticente respecto del Aquinate, Alonso de Madrigal, fue acercándose progresivamente al pensamiento de éste, debiéndosele, a la postre, incluir entre los seguidores no serviles de Aquinate. Así pues, lejos de verle como un acérrimo tomista o un antitomista, hay que contemplarle en su talante de intentar una nueva recepción de Aristóteles en todos los campos, tales como el político, el ético y el jurídico, con un acercamiento progresivo a las posiciones tomistas.

La influencia de la nueva andadura intelectual se extendió hasta la llegada de las doctrinas internacionalistas de Vitoria, que acude a la autoridad del abulense para apoyar determinadas tesis al tratar de la guerra justa. Rastreando las lectiones salmantinas vitorianas es fácil encontrar doctrinas de la Escuela humanista y de sus principales representantes. Desde el Tostado hasta Francisco de Vitoria, pasando por Pedro Martínez de Osma y Fernando de Roa y sus sucesores hay una corriente de nuevas ideas sobre el derecho y la política, que se apoya en gran medida en textos aristotélicos, comentando obras del Estagirita, dentro de una sustancial preocupación teológica y de un declarado antiverbosismo, es decir, un rechazo de las cuestiones meramente verbales, de estilo.

Alonso de Madrigal, no pudo ver impresa ninguna de sus numerosas obras. La difusión de la imprenta en España, que tuvo lugar veinte años después de su muerte, permitió la divulgación de sus escritos.

El Floretum Sancti Matthaei, de Pedro Ximénez de Prexano, que vio la luz en Sevilla (1491), por obra de Pablo de Colonia y Juan de Nuremberg, constituía un resumen del comentario tostadista sobre el evangelio de San Mateo. La primera obra impresa de Alfonso de Madrigal es el Confesional, edición hecha en Salamanca, a cargo de Porres, Petrus en Toledo y Castro en Medina y que fue reeditado varias veces.

La iniciativa de llevar a cabo la edición de la obra manuscrita de Alfonso de Madrigal partió de la reina Isabel. Fue don Fernando quien impulsó su realización encargando al doctor Palacios Rubios, Juan López de Vivero, llevarla a feliz término. Se entregan los manuscritos al librero Andrea de Homdeley para que los imprima en Venecia en 1506. No parece cierto, como se ha afirmado, que estuviesen perdidos hasta 1513, puesto que hay obras editadas antes de este año. Hasta el reinado del emperador Carlos no pudo tener cumplimiento aquel deseo. Fue otro Alfonso, el canónigo de Cuenca, Alfonso Polo, quien lo llevó a efecto. Fueron prensas extrañas a las castellanas las que dieron feliz término a la empresa. En Venecia, el impresor Pedro de Liechtenstein ofrecía al público estudioso diez y seis volúmenes en doble folio, pulcramente editados en caracteres góticos, siguiendo el sistema de abreviaturas copiosas que, si bien no empecen la belleza del texto, sí dificultan la lectura a quienes se acercan a él. Fue laboriosa la gestación de la obra completa. Iniciada en 1507, tuvo su término en 1531. Primera edición que fue seguida por otras, que acaso no superen la media docena, y que alcanzan hasta principios del siglo XVIII. En 1728, se editaba de nuevo en veintisiete volúmenes. La edición príncipe constituyó la fuente directa o indirecta de las que la siguieron. Las obras escritas en lengua romance fueron precisamente las que más pérdidas sufrieron.

Las obras latinas son las que mejor y más se han conservado, ya que se publicaron pronto y en su mayor parte. Las obras castellanas nunca se han publicado en ediciones completas, formando una especie de opera omnia, como sí se hizo con las obras latinas. De entre las diversas obras en romance destaca especialmente el Brevyloquyo de amor e amiçiçia, alegato de la dimensión humana del amor y de la amistad, que se traduce, en la vida social, en un elemento de primer orden para la buena marcha de la comunidad.

Consciente, dada la precariedad de la latinidad hispana, de la necesidad de traducir al castellano la nueva literatura surgida al calor de las inquietudes humanísticas, contribuyó notablemente a hacer accesible a los nuevos lectores laicos el saber que hasta entonces era casi exclusivo de los letrados. Tradujo a instancias del marqués de Santillana la versión latina que hizo san Jerónimo de los Chronici Canones (1449). En la dedicatoria desarrolla unas reflexiones sobre el quehacer traductor, sosteniendo la capacidad del castellano para expresar lo que se lee en latín, aunque sea con “luengos rodeos”, que constituyen una notable aportación a la teoría y práctica de la traducción en la Castilla del siglo XV.

Alonso de Madrigal, ocupa la silla episcopal de Ávila en febrero de 1454 poco más de un año; murió en una casa que el obispado tenía en Bonilla de la Sierra el 3 de septiembre de 1455. Su cuerpo fue trasladado a la catedral de Ávila, donde está enterrado en un sepulcro de alabastro, construido en 1521, en el que se representa a el Tostado con un libro en la mano, para significar su saber y laboriosidad. Junto al sepulcro se encuentra una placa de bronce en la que puede leerse este epitafio: Hic iacet Clarissimus Vir, ac excelentissimus Doctor Alfonsu Tostado, Episcopus Abulensis. Obbit III Nonas septembris MCCCCLV. Orate pro anima ipsius. También se conoce otro epitafio, compuesto por Suero del Águila, que resume bien el destacado papel que desempeñó el Tostado para la historia: “Aquí yace sepultado. Quien virgen nació, y murió. En ciencias más esmerado, el nuestro Obispo Tostado, que nuestra nación honró”.

 

 

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Obras

Eusebio
Se le consideró el más sabio teólogo de su tiempo, algunas de sus obras más importantes fueron:

      • Comentarios en los libros históricos de la Biblia,
      • Prólogo de la Vulgata de San Jerónimo,
      • Suma de Confesión.
      • De Santisima Trinitate,
      • Tratado de los dioses de la gentilidad o las catorze,
      • Apologeticum o Comentarios sobre Eusebio,
      • Liber de quinque figuratis paradoxae,
      • Tratado cómo al ome es necesario amar,
      • Cuestiones sobre filosofía moral y natural,
      • Confesional,
      • Breve obra de los fechos de Medea.

    Estas obras alcanzaron gran difusión gracias a la imprenta, tanto en la Península Ibérica como en el extranjero. Su obra se publicó reunida en Venecia en 1507, finalizándose la impresión, que formó dieciséis volúmenes, en 1530-31. En 1728 se editaron de nuevo, esta vez en 27 volúmenes.
    Durante muchos años se entrega a los asuntos de la Corona y de la Iglesia sin dejar por eso sus estudios y sus obras por las que ganó el título de «Universal Océano de las Ciencias».

    Alfonso de Madrigal traducía textos para el Marqués de Santillana o para el rey Juan II.

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