Sin lugar a dudas la pandemia ha golpeado a muchas personas. Cada una lleva aparejada su propia historia y dolor. En los momentos más críticos, en los que el virus se cebaba, sobre todo, con nuestros mayores, una bonillense puso voz al drama que estaban sufriendo las residencias. Alicia Benito lanzaba un SOS en las televisiones españolas, ante la impotencia que sentía en la lucha desigual contra un enemigo invisible que arrasó con todas las personas de su centro. Ancianos y trabajadores se contagiaron. Seis residentes no lograron superarlo.

Alicia nació en Bonilla en aquella época en la que las mujeres daban a luz en casa, sin epidural. Y en la que las oportunidades no estaban al alcance de la mano. Pero nada importa si tu familia te inculca que hay otros mundos por conocer y quieres lanzarte en busca de tu propio destino.

Bilbao fue su primera parada, tras abandonar un pueblo que reconoce que le aportó felicidad. Madrid el lugar que la atrapó, hasta el punto de sentir el flechazo por una profesión a la que ha entregado demasiado, reconoce. Y su primer encuentro con una residencia de ancianos, la chispa que la llevó a cambiar el concepto de estos lugares, para convertirlo en un verdadero hogar para mayores.

En la vida siempre hay un antes y un después. Esta frágil frontera para Alicia tiene un nombre: covid-19. Su grito de auxilio ante la impotencia de no saber cómo luchar contra la enfermedad surtió efecto. Recibió la ayuda de la UME (Unidad Militar de Emergencias), Médicos sin Fronteras, protección civil…  Superada la primera ola, afronta la segunda con más serenidad porque “el enemigo ya no es un desconocido”.

¿Cómo se mira a los ojos a una persona que está tan débil para tranquilizarle? Curiosamente eran los ancianos, a pesar de su indefensión, los que intentaban lanzar un mensaje tranquilizador, fruto de las duras etapas que atravesaron en sus vidas, responde Alicia.

Atrás quedaron los lejanos momentos en los que una propuesta intentó tentarla para llevar su experiencia a Piedrahita. Propuesta que rechazó, ante la dificultad que preveía de contar con un buen equipo. Ahora solo queda centrarse en un presente en el que su máxima preocupación es sacar a los residentes adelante, con un ruego: “que las residencias reciban la ayuda que hace meses no les dieron. Residencias medicalizadas”.

Mientras esto llega, seguirá mirando a los ojos de los mayores, en los que ve reflejada su propia existencia. Porque ellos han sido y serán su vida, asegura.

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