Bajo un cielo que combina las noches despejadas con las nubladas, pueblos de la España rural como Bonilla de la Sierra, Cabezas de Bonilla y Pajarejos brillan con luz propia. El silencio roto por alguna ráfaga de viento, el murmullo de los bares o el saludo de alguno de sus habitantes se enmarca bajo la bella estampa de la Navidad.

Las luces de las casas indican que, al calor de las chimeneas, la vida se abre paso en unas calles en las que predominan las casas vacías. Detrás de cada luz hay un historia. Nombres y apellidos del pasado y presente. Tristezas y alegrías que vienen y van.

Navidad sin bullicios, sin aglomeraciones, con ilusiones renovadas y almas en fase de recuperación, que festejarán, con los más queridos, la fiesta de los buenos deseos y del amor.

Tras cada una de las luces que iluminan sus plazas y calles hay un atisbo de esperanza. Una lágrima perdida. Una ilusión expectante. Detrás de cada chimenea encendida, de cada árbol de Navidad o belén, de cada copa alzada habrá un brindis por los que queremos. Por los que están con nosotros. Por los que se han ido… pero siguen permaneciendo en esencia.

Nunca un momento nos hizo necesitar a cada uno de ellos tanto como la Navidad, ni una ausencia cambió tanto la percepción del tiempo.

Hoy nada es como ayer tras la inocencia perdida hasta que la mirada de un niño nos devuelve la ilusión. Y nos percatamos de que vale la pena revivir lo que aprendimos: que pase lo que pase debemos atrapar la magia para sentir que la vida es un regalo que debemos aprovechar al máximo.

Es Navidad, tiempo de soñar, tiempo de recordar…

¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Felices fiestas!!!!!!!!!!!!!!!!

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