Ahora que estás lejos, te recuerdo con especial devoción. Rememoro los días con la añoranza del pasado y la ilusión del futuro. Sueño con volverte a ver. Recorrer cada esquina, cada rincón. Perderme en tus recovecos. Descubrir pedacitos de tu gran historia a pequeñas dosis, de esas que te vuelven adicto porque siempre quieres un poquito más.
Ahora que estás lejos te siento más mío. Más nuestro, porque somos muchos los que te compartimos. Los que te vivimos. Los que nos sentimos parte de ti.
Ahora que estás lejos y la carrera por ganar un segundo al estrés ha comenzado, valoro cada minuto de silencio, de paz que me das.
Eres mi refugio. El espacio en el que perderse es encontrarse a sí mismo. El lugar en el que uno desearía permanecer por más tiempo. Y siempre volver.
Eres la banda sonora de la naturaleza al despertar. El perfume de un campo que no se deja atrapar. El continuo aprendizaje que un libro no puede enseñar. Pero, sobre todo, eres libertad.
Y, a pesar de todo ello, no te tengo. No te tenemos. Permanecemos alejados de ti en esta contradicción de sentimientos que nos acompañan, por la cobardía de no dejar todo atrás y empezar de nuevo.
Ahora que no te tengo sé que el reencuentro volverá a ser maravilloso. Nos fundiremos en esa eterna simbiosis humano, mundo rural en la que ambos intentaremos salir adelante.
Quiero volver a sentir la luz de la luna mientras me acurruco bajo las estrellas. Deseo que la noche dure eternamente ante el increíble espectáculo de un cielo que solo tú puedes mostrar. Que el viento susurre a nuestro lado aquello que solo nosotros somos capaces de entender, dando paso a un nuevo día en el que me aportes una nueva felicidad.
Ahora que no te tengo quiero decirte tantas cosas… que voy a reservarme para cuando te tenga.
