Bonilla de la Sierra se prepara, ilusionada, para recibir a los suyos. La colegiata de San Martín de Tours se vuelve niña. No le pesan sus más de cinco siglos, sino la lejanía y la añoranza de la “familia”.
Su torre cuadrada asoma “juguetona”. Quiere ver quién llega por la Puerta de la Villa. Bonillenses de pro y turistas, que vuelven tras el cautiverio de una pesadilla en forma de pandemia. Demasiados meses de espera y un eterno agradecimiento a los fieles compañeros que siempre están con ella.
Sus grandes ojos, en forma de campanario, atisban el horizonte. Espera una sorpresa, aunque la sorpresa es ella misma para quien accede a la plaza que la alberga.
La Puerta de la Villa apenas deja atisbar su grandiosidad. Poco más que las campanas que ansían repicar alto, reivindicando su presencia.
Colegiata de San Martín, sueño de un cardenal que te dio la vida, tu inmensa y única nave permanece ajena al peso de tu historia. Innumerables obispos admiraron tu belleza gótica. Tus pináculos. Tus ventanales. Tus gárgolas y salientes estribos. Tus sillares de piedra.
Cuántos días mirarían hacia tu bóveda de ladrillo. Cuántas veces entrarían en tu sacristía. Tal vez subirían a tu púlpito de piedra. Se embelesarían con tus pinturas y tu retablo mayor y nunca se cansarían ante tanta belleza.
San Martín vigila en su talla de madera que tu pasado siga siendo presente y que el futuro no se tuerza.
Atrás quedaron los sínodos celebrados en esta tierra. Grandes nombres de obispos que Bonilla todavía recuerda. Pero hoy, más que nunca, esa colegiata que en el siglo XV vio la vida, luce en el XXI como reclamo de uno de los pueblos más bonitos de España entera.
Única en el mundo rural, tú, iglesia de San Martín, brillas en las noches teñidas de estrellas. Volvemos a ti siguiendo tu estela, pero con el máximo cuidado porque continúa la pandemia y queremos preservar la historia de un pueblo que quiere seguir con vida.
¨Fotos de Pedro García y Mari Rodríguez
