El silencio respeta tus sueños. Los tuyos y los de los que te acompañan. Vidas paralelas entre calles de un pequeño pueblo que hoy sigue sin ti, pero con vosotros al mismo tiempo. Porque el pueblo no os olvida.

Tú eres parte de nosotros. Desde tu quietud, allá a lo lejos, junto al resto, dominas las vistas de ese lugar que te hizo tan feliz. Al que siempre quisiste volver. Al que nunca abandonaste, aún teniendo que partir hacia la gran ciudad. Porque parte de tu corazón siguió habitando en este lugar.

Tú eres pasado, pero siempre serás presente. Y la semilla que construyó nuestro futuro. Porque sin ti, sin vosotros, hoy ni estaríamos aquí ni seríamos como somos.

Vosotros, que ya no estáis, forjasteis el destino de este maravilloso pueblo al que intentamos mantener en pie. La España vaciada, que hoy está más vacía que nunca porque no os tiene. Porque las circunstancias que nos han tocado vivir no nos permitirán acompañaros en este día tan especial. Tan íntimamente nuestro.

No, tú no entenderías ese concepto porque vuestra generación, y las anteriores, llenasteis las calles de este mundo rural que tanto os dio. Y al que tanto distéis. Con vuestro sudor y trabajo ayudasteis a sacar adelante una España diferente a la actual. A forjar la personalidad de cada uno de estos municipios. A poner su nombre en lo más alto. Y así, generación tras generación, desde tiempos inmemoriales, España fue cogiendo el sabor de la autenticidad. De aquellas personas especiales que se despertaban al alba para comenzar una vida en la que el trabajo y la familia eran su razón de ser.

Sí, el mundo ha cambiado demasiado. Pero seguimos vuestra estela: la del amor a nuestra tierra. Y aunque hoy el pueblo crezca a la inversa: el cementerio se quede pequeño y las calles vacías, siempre habrá tiempo para el recuerdo. Y para volver a pisar allí donde dejasteis huella. Porque dos cosas hay ciertas: que, aunque ya no estés, (no estéis), el corazón sigue sintiendo y no olvida. Y que este año no habrá flores, pero seguiremos luchando por la vida.