En pleno siglo XXI hay empresas que, en lugar de llamar a las cosas por su nombre, prefieren disfrazarlas bajo mensajes que no se ajustan a la realidad. Marketing puro y duro en el que venden humo para satisfacer sus propios intereses. Y es que, nada llama más la atención que un buen envoltorio, aunque el producto que hay dentro poco tenga que ver con lo que esperamos. En el mundo rural esto empieza a ser costumbre. Proyectos rodeados de promesas grandilocuentes, sin números reales (no inventados) que permitan comprobar a ayuntamientos y habitantes la magnitud que tal hazaña reportaría al pueblo y a ellos mismos.
Hay personas que no entienden el significado de palabras como empatía y a quienes no les importa que quien habita en una tierra que fue de sus antepasados, tenga que abandonarla en función de sus intereses. Y hay quien considera que en determinados lugares la frágil y escasa población no tiene nada qué decir.
Cóctel explosivo que salta por los aires cuando alguien que conoce las reglas del marketing las desmantela. Cuando quien domina los números muestra la realidad. Y cuando quien considera algo injusto lo dice.
Extraños aquellos que quieren callados a quien les rebate cuando no hay nada mejor que debatir para mostrar que no hay nada que ocultar. Extraños quienes a la verdad llaman mentiras. Extraños quienes no entienden que quien vive en la gran ciudad ama a la tierra de sus antepasados, quiere defenderla y está al tanto de todo lo que en ella ocurre. Extraños quienes consideran poco inteligentes a medios de comunicación, políticos y todos aquellos que opinan de otra manera. Pero como alguien dijo una vez: “a cordero extraño no agasajes en tu rebaño…”
El mundo rural tiene futuro. En el municipio de Bonilla de la Sierra estamos convencidos de ello. Y seguiremos apostando por el mismo llamando al pan, pan y al vino, vino. Aunque si alguien quiere que lo disfracemos con términos marketinianos, también sabemos…
