Los pequeños pueblos de España han ido viendo cómo, a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, sus habitantes han puesto rumbo a las grandes ciudades en busca de un futuro diferente. La vida, que parece haberse detenido en los mismos, pasa muy deprisa para los que un día se fueron, dejando allí sus raíces.

El cordón umbilical, imposible de cortar, hace que los recuerdos y el amor hacia los que un día dejaron, mantengan viva la necesidad de volver. Repetir la experiencia del reencuentro. Vivir al máximo pequeños momentos…

Vidas sencillas que comenzaron en el campo hace casi un siglo y se perpetúan en otro cuerpo y otra piel: la de hijos y nietos que han sabido extraer lo mejor de su destino, llevando el apellido con honor a lugares que sus abuelos no hubieran podido imaginar.

Este es el caso de Tamara Pardo Blázquez, nieta de personas sencillas que hicieron de Cabezas de Bonilla su hogar, sin imaginar que la senda del destino la llevaría hasta la Asamblea de Madrid.

¿Casualidad o no? Tamara no lo tiene del todo claro, pero considera que muchas cosas son consecuencia del esfuerzo. Un esfuerzo que la llevó a estudiar derecho y administración y dirección de empresas. Hacer dos másteres. Trabajar en la empresa privada. Aprobar dos oposiciones al Ministerio de Hacienda. Y llegar hasta la Asamblea madrileña como diputada por Ciudadanos.

Una mujer del siglo XXI muy constante, como se define, que cuando se propone una meta hace todo lo posible por alcanzarla. A sus 36 años considera que “la política debe servir para mejorar.” Y que “la libertad, la igualdad y el feminismo deben ser algo global y transversal, no estar abanderado solo por unos cuantos”.

Su abuelo también se adentró en la política como concejal del Ayuntamiento de Bonilla de la Sierra. De él, a quien define como pionero para su época ya que, además de agricultor y ganadero era constructor, también ha heredado su pasión por el trabajo.

Como política considera que hay que dar una oportunidad e incentivar a los jóvenes para que creen proyectos en el mundo rural, que les permita vivir allí y buscar una vida laboral. Modernizar la agricultura y la ganadería. Y fomentar entornos seguros para el teletrabajo, así como dotar de servicios básicos como recuperar la escuela rural.

Casualidad o no

Cabezas es el refugio de Tamara. El pueblo al que escapar para desconectar. El lugar en el que reencontrarse con los amigos de la infancia y la familia. Esa fotografía mental que trae recuerdos de celebraciones familiares y del chiringuito en la antigua escuela, reconvertida en bar para las fiestas.

Sentimientos y sensaciones que ha querido plasmar en un libro: “Casualidad o no”, en el que repasa su existencia junto a momentos y personajes claves de nuestra historia más reciente.

¿Cuál es el peso de Cabezas en el libro? En torno a un 5-10 %, responde. Uno de los epígrafes en lo que habla de su infancia y adolescencia durante las vacaciones, así como de manera transversal a lo largo del resto de epígrafes.

Ese peso se incrementa en la existencia de esta mujer que, en cuanto la pandemia lo permita, volverá a escaparse a ese lugar tranquilo donde acaba la carretera y te atrapa la naturaleza. A ese municipio que guarda la esencia del abuelo Crescencio, que murió demasiado joven, a los 68 años, cuando ella tenía 15. Y la abuela Teodora que, a sus 90 años, seguirá esperando en Cabezas a que su nieta Tamara regrese, con el talante sencillo, humilde y trabajador que ellos intentaron inculcar a sus descendientes.

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