El otoño eclipsó al verano. Tras la explosión de vida estival, la nueva estación se abre paso en el municipio abulense de Bonilla de la Sierra con un espectáculo de color. La naturaleza habla por sí sola. Cambia de tonalidad a cada paso. En cada pueblo.
Cabezas se rinde al espectáculo ante su posición privilegiada como “mirador del valle”. Atisba cada movimiento de los árboles. De las hojas que se desprenden y vuelan al compás del sonido del viento.
Pajarejos permanece atento a su susurro, en un intento por atrapar la magia de la luz en la vieja escuela, en la calle de la iglesia, en el barrio de arriba… en unos días cada vez más cortos, aunque a veces parezca que el tiempo permanece impasible.
Bonilla se envuelve entre el verdor de un campo que resucita, agradecido ante las gotas de lluvia, y las tonalidades amarillas y marrón rojizo de las ramas.
En breve las hojas muertas inundarán las calles de esta histórica villa. Servirán de alfombra a los turistas que, ávidos de novedades, buscan nuevas experiencias. Se posarán sobre los restos de su castillo, tal vez como hicieron antaño, cuando en él moraron reyes y prelados. Se arrastrarán hasta los altares rupestres en busca de su pasado…
Cuando los visitantes se alejen por el cruce de Ribera del Corneja, recordando todavía la espectacular colegiata, los habitantes de Bonilla, Cabezas y Pajarejos seguirán admirando un paisaje que da sentido a su existencia, entre puestas de sol que hacen estos lugares todavía más especiales.
Y para aquellos a quienes esta nueva estación les produzca melancolía, recordarles las palabras del poeta Leopoldo Lugones: “No temas al otoño. Aunque caiga la flor, queda la rama”.
Ven a descubrir el otoño en Castilla y León. Bonilla, Cabezas, Ribera del Corneja y Pajarejos, en Ávila, te esperan. No te arrepentirás.