España es un país de emigrantes. De historias de superación en una continua búsqueda por una vida mejor. Francia uno de los lugares que albergaron sus sueños, su lucha por la supervivencia. Y el recuerdo infinito, nunca superado, de la tierra que les vio nacer. Domingo Sahagún Alonso y sus hijas Soledad y Manuela, bonillenses de pro, son el vivo ejemplo de una familia que, a pesar de todo, nunca olvidó sus raíces abulenses.

La sonrisa permanente de Domingo condensa 94 intensos años en los que, simplemente, los recuerdos de su infancia asustan. Huérfano de padre a los 12 años, su madre firmó un poder con el que pasaba a ser “cabeza de familia”. Así decía adiós a un colegio en el que su admiración por el maestro Don Feliciano, aún pervive. Un comunista al que la falange maltrató, aunque en la cabeza de Domingo no exista explicación para ello. ¿Cómo era posible hacer daño a alguien que daba de comer a los niños a la puerta de la escuela y daba clase, incluso por la noche, para que pudieran aprender? Tal vez esta solo fuera una de las atrocidades de la España de una época en la que, en Bonilla, sus habitantes hacían guardia por la noche, con sus fusiles de caza, en las cuatro entradas del pueblo, para que los falangistas no se llevasen a quien tuviera ideas políticas diferentes para matarle.

Momentos duros en los que no hay lugar para la inocencia. Y el niño se hizo hombre a la fuerza.

Si hay algo que Domingo demuestra es una fuerte personalidad que le hizo tener claro hasta dónde estaba dispuesto a llegar y qué no debía aceptar. Esto le hizo encadenar una serie de trabajos hasta que pudo ser libre y no depender de patronos que no querían pagar lo que él consideraba justo. Y así la oportunidad de la emigración llamó a su puerta.

Con casi 38 años Domingo dejaba Bonilla de la Sierra para iniciar una nueva aventura, aunque no lo hacía solo. A su lado Flora, su compañera de vida, y sus seis hijos, mas otro que venía de camino.

Soledad, la mayor, recuerda los colchones, cacharros y juguetes al hombro. Y el tren que les llevaría, durante un día entero, hacia ese lugar mágico sacado de un libro, tal y como su mente adolescente imaginaba.Emigrantes 2-Bonilla de la Sierra- Ávila-España

Hoy, casi seis décadas después, Domingo reivindica el buen trato recibido en el país vecino, donde verían la luz tres hijos más. Y donde nunca les faltó de nada.

Soledad reconoce que no habría tenido en Bonilla las oportunidades que Francia le ha brindado, aunque tuviera que empezar de cero con un idioma que pronto aprendió.

Domingo prosperó en su nueva vida laboral. Los niños se adaptaron bien al nuevo entorno, pero a Flora le costó acostumbrarse a un país al que al mes de llegar, dio a luz a su séptimo hijo. La dificultad del idioma, la añoranza por la tierra y la familia fueron menos duras con la banda sonora de Lola Flores, Juanito Valderrama y Antonio Molina. O los discursos del rey y los partidos en la radio española. España, siempre España como telón de fondo.

Y una curiosidad, destaca Manuela que tenía tres años cuando partió: la presencia de San Martín de Tours siempre en sus vidas. En la colegiata de San Martín, en Bonilla, se casaron Domingo y Flora y aquí bautizaron a sus seis hijos. El destino ha querido que el pueblo en el que viven, su iglesia se llame del mismo modo. Y que en Tours, donde reside Soledad, San Martín fuera el obispo de la ciudad. Además, Flora se apellidaba Martín. Coincidencia o no, Manuela cree que este santo ha guiado sus vidas. Y para bien.

Hoy Flora ya no está pero reposa en el lugar al que tanto añoró: Bonilla. Ese pueblo abulense al que “escapan” cada vez que pueden y al que, cuando la carretera era de tierra, llegaban cuando se ponía el sol. “Siempre pensé que si ocurría algo desagradable en el mundo, correríamos hacia aquí y no podría pasarnos nada malo”, afirma Soledad.

¿Qué significa Bonilla para vosotros? Nuestras raíces, responde Domingo. “Las raíces que nos alimentan”. “El corazón”, señalan Soledad y Manuela. Y eso, en el lenguaje del corazón, se llama AMOR… Amor hacia un pueblo en el que, aunque Domingo no nació, le acogió cuando tenía cinco años. Y en el que quiere descansar, cuando el momento llegue, junto a esa gran mujer a la que tanto admira: Flora.

Y Francia guardará un pedacito de su existencia: sus 9 hijos, unos 30 nietos y 15 bisnietos.

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