Hay personas que dejan una huella especial. Nombres asociados a lugares que permanecen imborrables en el tiempo. Esto es lo que ocurre con el pueblo abulense Bonilla de la Sierra y la figura de Juan II, grabada a fuego en su retina.

El reinado de Juan II de Castilla estuvo marcado por la muerte de su padre, Enrique III, su ascenso al trono con poco más de un año y varias regencias hasta su mayoría de edad, entre ellas la de su madre: Catalina de Lancaster y su tío Fernando, quien se convertiría en rey de Aragón. Pero también por Álvaro de Luna, el hombre fuerte y fiel al rey que, según las crónicas de la época, fue quien llegó a manejar los hilos de la política, ante un monarca más bien débil. Frente a él los Infantes de Aragón, sus primos, que nunca aceptaron su autoridad, manteniendo con él una continua disputa por el poder.

Pero en este post no queremos centrarnos en el reinado completo de Juan II. Solo poner en valor su estancia en Bonilla.

Una parte de la nobleza castellana, contraria a Álvaro de Luna, consiguió que fuera desterrado. Sin embargo, De Luna siguió en contacto con el rey por medio de los nobles que se encontraban en la corte, lo que provocó la intervención de Juan de Navarra y de varios nobles que le hicieron jurar que no haría nada sin su consejo.

Huida hacia Bonilla

Juan II, que se encontraba en Madrigal de las Altas Torres, huyó de la presión a la que estaba sometido el 16 de enero de 1440. Le acompañan su hijo: el futuro Enrique IV y el resto de la corte entre los que se encontraban el Arzobispo de Sevilla, el Conde de Álava, el Obispo de Segovia… así se refleja en el libro “Crónica del Señor Rey Don Juan”, de Fernan Pérez de Guzmán. Sin embargo su mujer, María de Aragón, hermana de los Infantes de Aragón, decidió apoyar a sus hermanos.

Tras pasar por varios lugares, llegó a Bonilla en febrero. Así se desprende del “Itinerario de Juan II de Castilla”, de Francisco de Paula Cañas. Aquí buscó el amparo del Obispo Lope de Barrientos, su confesor y tutor de sus hijos Enrique y Alfonso, tal y como se describe en “El exilio de Lope García de Salazar”. Ante esta huida, Juan de Navarra dirigió sus ejércitos hacia Bonilla, apoderándose de Ávila. El rey tuvo que negociar nuevas opciones a través de una embajada que se reunió con Juan de Navarra y el resto de cabecillas en Madrigal, donde los embajadores del rey recibieron un memorial en el que se criticaba al gobierno de ´Álvaro de Luna.

La certeza de que en Bonilla se celebraron cortes durante los dos meses que Juan II estuvo aquí es desmentida por Manuel Colmeiro, en el capítulo dedicado a Juan II de “Cortes de los antiguos reinos de León y Castilla, publicado por la Real Academia de la Historia. Colmeiro señala que esta creencia podría deberse a una mala interpretación del preámbulo al cuaderno de las Cortes de Valladolid de 1440, pero, en su opinión, esto no es posible ya que si el 22 de marzo de ese año los condes de Haro y de Benavente le propusieron celebrar cortes accediendo el rey a llevarlas a cabo en Valladolid, no hubo tiempo de celebraciones en Bonilla ya que Juan II, junto a su hijo, abandonaron la villa con destino a Valladolid el 27 de abril de 1440, según se señala en “María, Infanta de Aragón y reina de Castilla”. Incluso considera que no hubo tiempo para empezar las cortes en Bonilla y continuarlas en Valladolid.

Juan II 2-Bonilla de la Sierra-Ávila-España

Actividad de Juan II en Bonilla

Para los anales de la historia queda el privilegio que concedió a los judíos que vivían en Bonilla para que llevaran a cabo importantes transacciones comerciales, tal y como se resalta en el blog “Juderías de Sefarad”.

Expone José Manuel Calderón en “Reyes, Príncipes y Privados en la Castilla del siglo XV”, que a principios de abril de 1440 Juan II procedió a un nuevo reparto de los oficios de la Casa del Príncipe, nombrando, entre otros, a Lope de Barrientos canciller mayor.

Asimismo, escribió cartas respondiendo a diferentes peticiones como la devolución de las Cuevas de Belda. Y comunicó a sus súbditos que algunos nobles y caballeros estaban reuniendo “gentes de armas para alzarse en deservicio real”, por lo que pedía que no les ayudaran, por poner algunos ejemplos.

Como anécdota, en “Descripción e historia política, eclesiástica y monumental de España para uso de la juventud. Provincia de Ávila”, se narra que Juan II consideraba que la iglesia de Bonilla de aquella época era muy pequeña, por lo que fue a Piedrahita para celebrar la Semana Santa de 1440.

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