En el siglo XV y principios del siglo XVI el término “correr los toros” equivalía a lo que hoy conocemos como corrida de toros. Y los encierros que se llevaban a cabo por las calles terminaban en las plazas de los lugares en los que se celebraban, habilitadas para la celebración de las mismas.

Bonilla de la Sierra no fue una excepción. Y los vecinos vibraron ante cada encuentro apostados en las ventanas y balcones de aquellos que habitaban en las casas de la plaza, algo que era una obligación y un derecho.

En el siglo XVI este tipo de eventos se llevaban a cabo en las festividades de Santo Toribio (en abril) y San Juan (en junio). Sin embargo, este festejo no siempre fue motivo de alegría y sí de alguna fricción importante, que acabó en disputa llevada a litigio. Así lo destaca María Teresa López Fernández en el artículo “La Plaza Mayor de Bonilla de la Sierra y los toros”, publicado en la colección de “Cuadernos abulenses”. Para ello la autora se apoya en la información de un documento depositado en el archivo de La Real Chancillería de Valladolid.

En dicho documento se revela que los toros “se corrían” alrededor de la iglesia de San Martín (que estaba en construcción). Los animales quedaban acorralados frente a la puerta norte de la iglesia por la disposición irregular de las casas situadas allí, que formaban rinconada. Esto hizo que el concejo (asamblea de vecinos para decidir asuntos que competían a todos) cerrase la plaza por ese lugar para que los toros pudieran correr por toda la plaza y no quedaran arrinconados. Una decisión que a Pedro Maldonado, propietario de una de las viviendas de la rinconada, no gustó.

María Teresa López señala que, ante el agravio, Pedro Maldonado presentó una queja ante el obispo Alonso Carrillo de Albornoz. Al no obtener respuesta se dirigió ante el Consejo Real. Incluso intentó utilizar su parentesco con el cardenal Juan de Carvajal para forzar una resolución a su favor.

La reina Doña Juana pidió a los alcaldes de Bonilla que dejasen correr a los toros libremente pero estos pretendieron en un primer momento obrar en beneficio del pueblo. Tras las alegaciones de Maldonado, la sentencia de 1509 ordenó que la plaza se atajase para la corrida de toros. Pero una nueva apelación por parte de este derivó a que los toros corrieran un día con la plaza cerrada y otro sin cerrar. Maldonado volvió a recurrir a diferentes estancias pero la sentencia se mantuvo.

Un dato importante que se resalta en el documento es que una de las pruebas presentadas por los testigos señalaba que los toros habían corrido durante años con la plaza cerrada porque la iglesia llevaba 40 años construyéndose y los materiales se dejaban en la puerta norte. De ello se deduce que si estos testimonios se dieron entre los años 1509 y 1510, el comienzo de las obras de la iglesia colegiata que hoy conocemos se fecharían entre 1469 o 1470, manifiesta María Teresa López, “fechas próximas a la muerte de Carvajal, su benefactor”.

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