Vivir en el mismo lugar no siempre implica compartir los mismos intereses ni las mismas ideas. A veces ni siquiera intercambiar unas palabras, inmersos en la vorágine del día a día y de la burbuja social que nos hemos creado. Pero un día la vida te sorprende. Ocurre un imprevisto que hace que convulsione la tranquilidad de la rutina y quien no había reparado en ti comienza a caminar a tu lado, dando un paso al frente para eliminar el peligro que acecha a la comunidad y ponerla a salvo.
Un paso al frente implica valentía. Un no pasarán ante los derechos adquiridos. Un basta ya ante injusticias y caciquismos. Un defender las libertades de la mayoría frente a una minoría. Ponerse por delante sin pensar en las consecuencias. Y, en algunos momentos, ser un total incomprendido.
Y es en ese instante cuando descubres la verdadera personalidad de las personas. Cuando ves que ese paso al frente lo van dando más y más desconocidos, que con el paso del tiempo y diferentes acciones se volverán amigos. Cuando les miras a los ojos y sientes que estás en el mismo barco que te lleva al mismo destino.
Uno nunca sabe qué batallas tendrá que librar ni a quién tendrá a su lado, pero sí que siempre habrá alguien que te ayudará a ganar la guerra o hará el camino más sencillo.
A todas esas personas idealistas que son capaces de cambiar el rumbo de las injusticias, gracias. Gracias por no permitir que en el mundo rural se cometan los atropellos que se pretenden acometer. Gracias por llevar su voz a las instituciones para que conozcan cómo los problemas afectan a la población. Gracias por colgar una pancarta o vestir una camiseta reivindicativa por el bien del territorio. Gracias, simplemente, por estar ahí.